El graffiti, que comenzó como un movimiento urbano de protesta política y social, se ha convertido en la actualidad en toda una corriente artística y es protagonista de multitud de museos y galerías de arte.

Los graffitis tienen su origen en el movimiento urbano que se desarrolló en el Nueva York de los años 60. La situación que vivía el mundo en aquella época generó la aparición de un grupo de jóvenes artistas que ansiaban la revolución y el cambio social. Y qué mejor forma de hacer un llamamiento a la sociedad que a través de las paredes y muros de las ciudades.
Muchos han sido los que han reconocido que el graffiti es todo un movimiento artístico. Y es que, a día de hoy, los cuadros callejeros pueden admirarse en todo el mundo.
Bansky, dueño de las paredes del mundo

Bansky es el máximo exponente del arte graffiti. Se cree que comenzó a especializarse en pintadas callejeras en los años 80, aunque no se sabe nada de él a ciencia cierta. Sus obras, sátiras sobre la política y la sociedad global, se han hecho famosas en todo el mundo y han llegado a ser expuestas en diferentes museos de forma clandestina. Así, se han podido observar pinturas de este artista en museos como la TATE Modern de Londres o el MOMA de Nueva York. El graffitero ha publicado varios libros con fotografías de sus obras y con textos tan controvertidos como sus pintadas.

Graffitis en Berlín

Los dibujos e inscripciones pintados en el muro que separó la Alemania Occidental de la Oriental durante más de 20 años se han convertido en un icono y en un vestigio mudo del turbulento pasado que vivió la ciudad. Berlín se presenta como un enorme cuadro y son muchos los colectivos de autores que se han trasladado aquí para expresar sus inquietudes artísticas y culturales.
¿Arte o vandalismo?
No son pocos los que consideran que los graffitis son una muestra más del vandalismo callejero del que son víctimas muchas ciudades. No obstante, sería necesario establecer una distinción entre aquellos grupos que decoran paredes con sus obras y aquellos que destrozan propiedades ajenas con botes de pintura.

Lo que sí está claro es que entre los graffiteros se encuentran verdaderos maestros del spray y que algunas de sus pinturas deberían ser conservadas como auténticas piezas de arte.